Inmigrantes

27 julio, 2010 a las 11:53 | Publicado en Reflexión | 1 comentario

 Yo soy un inmigrante y desde que llegué no he dejado de sentir el cariño de mi país adoptivo por donde quiera que voy. A pesar de haber perdido mi acento sigo conservando el uso de la Z, de manera que todos aquellos que detectan que soy español me saludan amablemente y me comentan que tienen amigos o familiares viviendo en España (la Madre Patria, como la llaman ellos), que sus abuelos son españoles o que están pensando ir a visitar a familiares que viven allí, etc.

 Pero por desgracia desde que estoy aquí también tengo que sufrir la vergüenza del trato que se les da a muchos argentinos que tratan de hacer el camino inverso que yo recorrí.
 En menos de quince días he leído dos noticias (una y otra) que me han hecho saltar las lágrimas de rabia: Dos ancianas de 88 y 72 años fueron deportadas desde Barajas cuando iban a ver a su familia en España.

 Las dos ancianas simplemente iban a visitar a sus hijos, a sus nietos… Dudo mucho que dos señoras de más de 70 años fueran a quitar el trabajo a ningún español ni pusieran en peligro ningún acuerdo internacional. Es muy triste que España, que hasta hace poco era un país emigrante (tíos de mis padres viajaron a Alemania a trabajar), trate de esa manera prepotente a gente que ni siquiera está buscando trabajar o sobrevivir, sino ver a su familia más cercana.

 Es asombrosa la mala memoria de un país, cuando hace 60 años muchos españoles vinieron aquí en un barco sin un documento o algo que acreditase su identidad y nadie les dijo que no podían entrar porque no tenían una carta de invitación. Bien es verdad que en ese entonces Argentina estaba necesitada de mano de obra y la situación española actual no es la más favorable en cuanto a puestos de trabajo disponibles se refiere, pero me da la sensación que las dos jubiladas que estaban ansiosas e ilusionadas por ver a sus nietos e hijos no le iban a quitar el puesto de trabajo a nadie.

 Sin ir más lejos la última vez que viajé a España nos ocurrió un episodio que muestra la prepotencia con la que muchos agente de aduanas tratan a la gente.
 Nuestro vuelo llegó con retraso y una señora de nacionalidad argentina tenía que tomar una conexión. Romina, Diego y yo estábamos en la fila de europeos, ya que tanto el nene como yo tenemos pasaporte español. La señora se dirigió muy educadamente al agente que estaba mostrando a qué cabina de control de pasaportes teníamos que ir (un puesto de alta responsabilidad), y le pidió si por favor podía pasar por esa cabina, ya que la fila de «no europeos» era kilométrica y la estaba esperando el avión. De muy malas maneras la respuesta del agente fue:

– No, señora, vuelva a su fila.

 La señora le rogó que la dejase pasar, muy angustiada, ya que quizá perdiera el vuelo si se retrasaba más todavía. La tajante respuesta del agente fue:

– Señora, vaya a su fila y ya veremos si todavía la dejamos entrar.

 Ya había arrancado a decirle algo al amable agente sobre quién mierda se creía él que era y si le parecía normal tratar así a la gente cuando afortunadamente Romina me detuvo y me indicó que no dijera nada, ya que lo último que queríamos era tener problemas siendo ella argentina y estando con Diego.

 La verdad es que muchas veces me da vergüenza ajena el trato que recibe gente de un país hermano como Argentina cuando tratan de entrar a España.

 Seguiremos informando. Corto y cierro.

Dos frases

10 julio, 2008 a las 16:25 | Publicado en Reflexión | 1 comentario

 Hace poco le dije estas dos frases a mi mujer:

 «Te das cuenta de que te has hecho mayor cuando te obligan a llevar camisa durante una semana entera y te das cuenta de que estás cómodo con ella.»

 «Te das cuenta de que en realidad sigues siendo un niño cuando tienes que comprarte un lápiz y una goma de borrar para empezar un curso de inglés y te das cuenta de que te hace mucha ilusión tener material escolar nuevo.»

 Seguiremos informando. Corto y cierro.

El huequito en el estómago

16 abril, 2007 a las 12:30 | Publicado en Reflexión | Deja un comentario

 Tras casi un mes de paro vuelvo renovado de mis vacaciones. Mis padres y mi hermana han estado visitándonos durante diez días, los cuales han pasado volando (aunque tengo la sensación de que si hubieran venido por dos meses también se me habría pasado el tiempo volando).
 Tanto cuando vivía en España y me alejaba de la que es ahora mi mujer, como ahora viviendo en Argentina, cuando es de mis padres de quienes me alejo, hay una constante: me queda un huequito en el estómago que aparece cada vez que recuerdo una situación vivida juntos.
 Ese huequito tarda en irse más o menos lo que tardamos en concretar el siguiente viaje. Cuando digo concretar me refiero básicamente a tener una fecha definida de viaje y los pasajes en la mano. Hasta entonces hay planes, pero nada concreto.
 Ya tenemos planes para que viajemos nosotros en Navidad a España, pero hasta el momento sigo teniendo el maldito huequito en el estómago.

Arriba o abajo de la escalera

8 marzo, 2007 a las 12:45 | Publicado en Reflexión | Deja un comentario

 Ayer estuve viajando en el Subte en una línea en la que no suelo viajar normalmente (una curiosidad de Buenos Aires: un billete de un viaje sale $0,70 y uno de 10 sale $7, es decir, no se hace ningún tipo de descuento por cantidad).
 El caso es que, tras pasar por los rodillos para acceder al subte, en la parte de arriba de la escalera mecánica que me llevaría al andén, un chico estaba repartiendo periódicos gratuitos que regala la empresa Metrovías.
 Mientras bajo la escalera mecánica guardo el periódico en la bolsa que llevo las cosas del trabajo. Al final de la escalera mecánica me sorprende ver dos chicos más o menos de la misma edad que el anterior, pidiendo a los viajeros que si, por favor, les podían regalar los periódicos. Es decir, en la parte de arriba de la escalera había un chico que los regalaba y en la parte de abajo otros dos que te los pedían para poder venderlos por un donativo en otro lado un rato después.

411.9 kilómetros

6 noviembre, 2006 a las 13:41 | Publicado en Reflexión | 2 comentarios

 Durante todos mis cambios de vivienda me he ido dando cuenta del hecho de que, cuanto más pequeño es el sitio donde vives, más lejos te parecen las distancias.

 Cuando vivía en Madrid, recorrer unos 70 kilómetros para viajar al pueblo de mis abuelos y pasar allí un fin de semana me parecía normal, igual que recorrer aproximadamente 350 kilómetros en verano para pasar dos semanas en la playa. Una distancia más grande que esa me parecía excesiva como para hacerlo en coche para pasar un tiempo que no fuera mayor que dos semanas o un mes.

 Cuando me mudé a Palma de Mallorca mis perspectivas cambiaron. Allí lo llaman el síndrome de la isla, y consiste en que las distancias se acortan terriblemente. Así, para ellos es un viaje largo cruzar la isla (lo que te lleva como mucho una hora) y recorrer una cantidad mayor de kilómetros ya es salir de viaje.

 Ahora, viviendo en Argentina, donde las distancias son mucho más grandes que en España (toda la Madre Patria cabe dentro de la provincia de Buenos Aires) y donde el tren no es un medio de transporte apto para el uso para largas distancias, la gente viaja muchas horas seguidas en coche. Es algo relativamente normal recorrer 400 kilómetros para pasar un fin de semana en la playa y 800 para pasar una semana o quince días haciendo turismo nacional.

 Ayer hice uno de mis primeros viajes como un buen argentino. Me chupé cuatro horas de ida el viernes (con parada en el medio para estirar las piernas) y unas pocas más de vuelta (debido a que la carretera tenía más tráfico que a la ida) para pasar un fin de semana en Mar de Plata. Cuando llegué a la puerta de mi casa el cuentakilómetros marcaba 411.9.
 Antes ya había hecho algo parecido, viajando un poco más lejos, pero para pasar un fin de semana largo. El siguiente paso es recorrer los 800 kilómetros que hay hasta Córdoba en coche, pero creo que para eso hará falta que me argentinice un poco más.

 Seguiremos informando. Corto y cierro.

Mi bandera

4 septiembre, 2006 a las 10:45 | Publicado en Reflexión | 2 comentarios

 Parece mentira cómo la distancia puede potenciar las cosas.
 Ayer domingo me levanté a las 7:30 de la mañana para ver a la selección de baloncesto, después de no haber pasado una buena noche del viernes al sábado. Quizá en cualquier otro momento de mi vida me hubiera levantado para ver los dos últimos cuartos o incluso el final del partido… pero no, lo vi enterito (en realidad y para ser franco fue desde los primeros 5 minutos). Eso ya demuestra que algo ha cambiado desde mi exilio voluntario.
 Ganamos con comodidad y no festejé los puntos tanto como cuando jugamos contra Argentina, partido que nos costó sangre, sudor y lágrimas ganar. El partido contra grecia fue cómodo.
 Lo curioso del caso fue cuando vi la bandera amarilla y roja mientras sonaba el himno de España. No pude contener las ganas de ponerme de pie y se me puso la piel de gallina como nunca antes me había sucedido con mi bandera.
 Ahora entiendo lo que siempre contó mi padre sobre que se iba a llorar debajo de la bandera española en la embajada cuando estaba en un país extranjero.
 En España, por desgracia, la bandera es símbolo de franquismo y no algo que une a la gente como ocurre aquí, en Argentina. Aquí la bandera es algo que une a cada ciudadano que nació y se siente de este país, sea de la facción política que sea y tenga el pensamiento que tenga. En España no ocurre así, ya que si alguien pega su bandera en el coche o la cuelga en el balcón en una fecha que no sea festiva, le tildan de fascista, franquista o, como mínimo, de alguien de derechas, como si la bandera fuera una exclusividad de este tipo de gente.
 La verdad es que yo no me he sentido más conmovido por ver mi bandera ondear como ayer y lo triste es que para ello me he tenido que ir de mi país.
 Seguiremos informando. Corto y cierro.

El cartel socialista

28 agosto, 2006 a las 10:17 | Publicado en Reflexión | 1 comentario

 Hoy he bajado del autobús, aún limpiándome las legañas, cuando me ha sorprendido un cartel en la calle. No ha sido por su contenido (aquí los carteles protestando por mejores sueldos, menos horas de trabajo, falta de justicia y demás son comunes) sino por el logo que aparece abajo a la derecha: ¡El símbolo del PSOE en España! ¿Acaso el puño con la rosa es el símbolo universal del partido socialista? Yo pensaba que era el símbolo del partido en España, no que fuera un símbolo válido para todo el mundo como la cruz roja, la esvástica o la ‘H’ de hotel.

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